lunes, 13 de abril de 2009

mi pasajero.

Nos hallábamos en un atochamiento automovilístico.

Sabía que si llegaba hasta la esquina encontraría el metro, y podría volver a casa. La humedad cálida propia de una mañana después de lluvia, permitía crear la atmosfera perfecta entre urbanidad y naturaleza rebelde: una especie de vapor, cemento y musguito tenaz.

Me antecedían cinco o seis autos, y en mi mente mantenía latente la esperanza de que en mi bicicleta lograría llegar al metro a la hora. comencé a pedalear, pero para cuando ya solo me faltaban un par de autos, un camión enorme se interpuso bloqueando la salida, al mismo tiempo que detrás de él se cerraba un portón de fierro forjado.

Resignada ante la situación de exilio en mi propia ciudad, comencé a recorrer la zona junto a mi bicicleta. El paisaje que se me presentó era absolutamente nuevo, a pesar de haber estado ahí cientos de veces .Creía que por primera vez miraba con una lupa mi cuidad. Un prado gastado, con pequeños esteros formados por la lluvia, antecedían un retablo que me hacía suponer que me encontraba frente a una capilla colonial, muy pueblerina y propia de cuento latinoamericano; grandes puertas de roble y cerrojo de fierro, en contraste con muros blancos de adobe, una cruz en lo alto, y una pequeña lagunilla, generaba un ambiente de pasividad.

Deje mi bicicleta apoyada en el muro y caminé hacia un extraño que se hallaba de frente observando el agua. Al observarlo con mayor detención me di cuenta que se trataba de aquel extraño multiforme que me ha perseguido durante tantos sueños, sin darme una clara señal.

Alto, delgado, pelo corto, ondulado y oscuro, pero sin rostro.

Mi pasajero oscuro, así lo he querido llamar, pues ha sido quien siempre me ha acompañado, a pesar de no saber quien es, ni porque está ahí...

Impaciente por descubrir su identidad me acerque hacia a él, tratando de que no notara mi presencia, toque su hombro, y al igual que su camisa, su cuerpo entero una vez más me había jugado una mala pasada cambiando de forma, ahora se trataba de mi padre.

Ya era hora de marchar; el portón ya estaba abierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario